Bach estudia la relación entre muchas enfermedades y los malos hábitos de conducta y comprueba que corrigiendo esas pautas el organismo recupera gran fuerza y vitalidad, de manera que es la propia vis curativa del cuerpo la que expulsa la enfermedad, recuperando un estado de salud superior al que poseía antes incluso de caer enfermo. Comprueba que el origen de la enfermedad responde a un estado tóxico y debilitado del organismo. Destaca, desde este momento, la necesidad de mejorar el estado de salud global y no sólo limitarse a tratar la enfermedad en concreto.
Hay que diferenciar dos modos de empleo de las flores: el primero es la identificación de la flor que nos corresponde según nuestro carácter. Sabemos que cada carácter tiene su vertiente más positiva, pero también su inclinación negativa. Esta flor nos habla de la lección que hemos venido a aprender en nuestra vida, aquellos sentimientos con los que tendremos que estar alerta para evitar la fase de nuestro carácter menos afortunada que nos hace sufrir. El segundo uso de las flores corresponde a estados pasajeros o circunstanciales que nos hacen sentir de una determinada manera, indican lecciones menores pasajeras y en las que una vez superadas, ya es innecesario seguir empleando.
Tradicionalmente los remedios florales se han clasificado en siete grandes grupos o remedios en los que cada uno se integra una flor en concreto:
Remedio para el miedo, la incertidumbre, la falta de interés por las circunstancias actuales, la soledad, la hipersensibilidad a influencias y opiniones, el abatimiento o la desesperación y la preocupación excesiva por el bienestar de los demás.
Remedio para el miedo, la incertidumbre, la falta de interés por las circunstancias actuales, la soledad, la hipersensibilidad a influencias y opiniones, el abatimiento o la desesperación y la preocupación excesiva por el bienestar de los demás.
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